«La única salida es a través«.
Robert Frost
El final de un año es, en muchos aspectos, un punto de inflexión en nuestras vidas. Es un momento para reflexionar sobre los éxitos y desafíos que hemos enfrentado en los doce intensos meses (a veces tan breves como un chasqueo de dedos y a veces tan lentos como una gran expectativa), y también para mirar hacia adelante con esperanza y optimismo hacia lo que el nuevo año nos depara. En este proceso de reflexión y proyección, la gratitud emerge como un poderoso aliado para nuestro bienestar emocional y nuestra conexión con la sociedad en la que vivimos.
La gratitud es una emoción compleja que va más allá de simples muestras de cortesía. Es una profunda apreciación por lo que tenemos, por las personas que nos rodean y se quedaron con nosotros a lo largo del camino, y por las experiencias que hemos vivido. La gratitud no solo nos hace sentir bien, sino que también tiene un impacto significativo en nuestra salud mental y emocional.
“There are places I’ll remember
All my life, though some have changed
Some forever, not for better
Some have gone and some remain.
All these places had their moments
With lovers and friends, I still can recall
Some are dead, and some are living
In my life, I’ve loved them all.”
“IN MY LIFE”, The Beatles
Cuando practicamos la gratitud, estamos entrenando nuestra mente para enfocarse en lo positivo, en los grandes y pequeños detalles que brindaron el impulso suficiente para continuar cada día. Esto no significa ignorar o negar los desafíos o dificultades que enfrentamos en los múltiples trayectos del año, sino que practicamos una forma de encontrar luz en momentos de profunda negrura, sitios que no es exageración alguna si los reconocemos como auténticos abismos de la existencia. La gratitud nos permite tomar conciencia de las pequeñas cosas que a menudo pasamos por alto, y cada uno de nosotros sabemos identificar perfectamente. Al prestar atención a estas pequeñas alegrías, cultivamos una sensación de abundancia en lugar de carencia.
Pero la gratitud no es solo un ejercicio de bienestar individual, pues tiene un profundo impacto en nuestra relación con la sociedad y la comunidad en la que vivimos. Cuando somos conscientes de lo que tenemos y agradecemos por ello, estamos más inclinados a compartir, a cuidar de los demás y a actuar en solidaridad con quienes viven contextos y circunstancias mucho más difíciles. La gratitud nos conecta con nuestra humanidad compartida y nos impulsa a tomar medidas para mejorar no solo nuestras propias vidas, sino también la vida de los demás.
LA GRATITUD CON LAS METAS OBTENIDAS
«Las personas más fuertes no son aquellas
que muestran su fuerza delante de nosotros,
sino las que ganan batallas
de las que no sabemos nada».
Jonathan Harnisch
A menudo, al acercarnos al cierre de un año, nos encontramos abrumados por el estrés y la ansiedad. Reflexionamos sobre metas no alcanzadas, momentos de dificultad y desafíos personales. Muchas veces nos forzamos a mantener una mentalidad de positividad obligatoria, lo cual no permite ver a fondo nuestros aciertos y errores de manera que logren desarrollarse como resoluciones o aprendizajes. Por esto es importante permitirnos sentir cuantas emociones lleguen a nosotros; tomemos en cuenta que parte de ello se deba a la natural y humana melancolía que puede presentarse al finalizar un cualquier ciclo.
La gratitud no significa negar nuestras luchas, sino más bien encontrar un equilibrio entre el reconocimiento de nuestras dificultades y la apreciación de lo que sí tenemos. En lugar de lamentarnos por lo que no ha funcionado, podemos agradecer por las oportunidades de crecimiento y desarrollo personal que esas dificultades nos han proporcionado. Al hacerlo, encontramos un sentido de propósito en nuestras experiencias, incluso en las más desafiantes.
El cierre de un año es también un momento propicio para la acción. La gratitud no debería quedarse solo en la reflexión pasiva, sino que debe impulsarnos a contribuir a nuestro bienestar. Podemos hacerlo a través de actos de bondad, voluntariado, donaciones caritativas o simplemente prestando atención a las necesidades de quienes nos rodean, escuchando a los demás, brindándoles un momento de atención que todos necesitamos. De esta forma, la gratitud se convierte en una fuerza impulsora que nos motiva a ser mejores ciudadanos y a construir una sociedad más justa y solidaria.
En tiempos de incertidumbre y desafío, como los que hemos enfrentado en los últimos años (desde el surgimiento de la pandemia a finales de 2019 y los consiguientes estragos a nivel global, hasta los más recientes acontecimientos de las distintas guerras en los distintos países del mundo), la gratitud se convierte en un ancla emocional que nos ayuda a mantener la calma y la resiliencia. Nos recuerda que, a pesar de las dificultades, hay razones para la esperanza y la alegría. Y nos da la fuerza para seguir adelante y enfrentar los desafíos que el nuevo año traerá.
La gratitud es una poderosa aliada para cerrar el año con conciencia social y salud mental. Nos sirve como perfecto ejercicio de apreciación, reconciliación con nosotros mismos y el entorno, ayudarnos a perdonarnos a nosotros mismos de las constantes exigencias a las que nos sometemos, y brinda la reflexión más adecuada para tomar acción hacia nuestros propósitos, valorar a los demás, y lo más importante, reconocer nuestros logros, por escasos que hayan sido. Recordemos que estamos a merced de las circunstancias, que muchas veces nos rebasan, y es heroísmo suficiente el esforzarnos con lo que tuvimos en los momentos clave. La gratitud no es un mandato para ser positivo en todo momento, sino una invitación a encontrar significado y propósito en nuestras experiencias, tanto las buenas como las difíciles. Así que, al cerrar este año, permitámonos ser agradecidos, compasivos y decididos a hacer del próximo año uno de crecimiento, solidaridad y bienestar para todos.